Por: Thalia Ehrlich Garduño
La Bella María de Guadalupe dijo a san Juan Diego, y hoy hace eco en cada cristiano: “Sábete que yo soy la Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”, y unos días más tarde le dijo también: “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?” La Virgen se presentó así como Madre de Dios y de cada uno de nosotros.
La Señora del Cielo es todavía en esta época el signo de la cercanía de Cristo, y nos invita a entrar en comunión con Él, para que tengamos acceso al Padre.
Contando con la intercesión de la Doncella de Nazaret, la Iglesia quiere llevar a las mujeres y a los hombres al encuentro con el Hijo de Dios; que es el punto de partida y llegada de una autentica conversión y de una renovada comunión con Dios y los demás.
La Hermosa María ha constituido para los habitantes de este Continente el gran signo, de rostro Materno y misericordioso de la cercanía del Padre y del Hijo, y Ella nos invita a tener un estrecho lazo de Amor con Ellos.
Una característica de la religiosidad del Continente Americano, son su cultura e historia, tiene un tinte Mariano y Maternal y tiene su expresión en el Bello rostro mestizo de María de Guadalupe que, la Madre de Jesús, es Madre de todos los habitantes de esta tierra, de los débiles, y de cada persona que tenga necesidad de Ella.
Los primeros misioneros que llegaron a América, que venían de lugares de tradición Mariana, ellos, junto con la Fe Cristiana, fueron enseñando el Amor a la Virgen, Madre de Dios, y de cada persona humana.
La Aparición de la Bella María de Guadalupe a san Juan Diego en el Tepeyac, México, tuvo repercusión decisiva en la Evangelización, el Papa Juan Pablo II afirmó: “el rostro Mestizo de la Virgen de Guadalupe fue ya desde el inicio en el Continente, un símbolo de la inculturación de la Evangelización de la cual ha sido estrella y guía.”
Bendiciones...
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