Por: Thalia Ehrlich Garduño
La dificultad de entender el Misterio sublime de su comunión matrimonial ha hecho pensar a algunos desde el siglo II d.c., a atribuir al Buen José una edad avanzada y considerarlo solamente como su custodio más esposo de la Bella María.
Podemos suponer, en cambio, que José no era una persona mayor, sino que su perfección interior, fruto de la Gracia, lo hizo vivir con afecto virginal su relación con la Bella Doncella de Nazaret.
La colaboración del Buen José en el Misterio de la Encarnación comprende también el papel de padre de Jesús.
Dicho rol le fue reconocido por el Ángel Gabriel que cuando se le apareció en su sueño le invitó a poner el nombre al Niño: “Y dará a luz un Hijo, al que pondrás el nombre de Jesús, porqué él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1,21).
Aún cuando el Buen José no engendró a Jesús físicamente, la paternidad del Buen José fue real no aparente.
Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la Virginidad de la Hermosa María del siglo IV, afirma que “los compromisos adquiridos por María y José como esposos hicieron que él pudiera ser llamado con este nombre (padre); un padre, sin embargo, que no ha engendrado.”
El Buen José y Jesús tuvieron una relación de padre e Hijo y el Buen José gozó de autoridad a la que el Hijo de Dios se sometió (Lc.2, 51), educándolo y enseñándole su trabajo de artesano.
Los cristianos han reconocido siempre que el Justo José tuvo una comunión íntima con La Bella María y Jesús y se puede deducir que el tuvo una muerte tranquila, llena de Amor y santidad.
De esta tradición cristiana se ha desarrollado una gran devoción a la Sagrada Familia y en ella al Buen José.
Hace un poco más de 100 años el Papa León XIII invitaba a los católicos a orar para obtener la protección de san José, Patrono de la Iglesia. En la Carta encíclica Quamquam pluries habla de aquel “Amor paterno de José profesaba al Niño Jesús.” A él, “próvido custodio de la Sagrada Familia, recomendaba la heredad que Jesucristo conquistó con su sangre.”
Desde entonces, la Iglesia pide la protección de san José en virtud de “aquel sagrado vinculo que lo une a la Virgen”, y le encomienda todas sus preocupaciones y los peligros que amenazan a toda la humanidad.
En este tiempo, el recuerdo del Buen José renueva en nosotros la intensidad de la oración que en 1889 el Papa León XIII pidió dirigirle. Esta plegaria y la figura de José se actualizan para la Iglesia de nuestra época, en este comienzo del milenio.
El varón justo que llevaba consigo todo el patrimonio de la Antigua Alianza, y que estuvo en el comienzo de la Nueva y Eterna Alianza, nos muestre el camino de esta Alianza Salvífica, que debe perdurar y desarrollarse en este milenio, después de La Plenitud de los Tiempos, que es propia de la Encarnación del Hijo de Dios.
*Catequesis del Papa Juan Pablo II, 21 de Agosto, 1996
Reflexión:
Pidamos la intercesión de san José, por todos los padres que como él, han cuidado y educado a un hijo que nació de su corazón.
Muchas bendiciones en esta Navidad…
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