El Rosario de la Virgen María, que se desarrolló progresivamente en el segundo milenio bajo la inspiración del Espíritu de Dios, es una oración amada por numerosos santos y aconsejada por el Magisterio. En su simplicidad y en su profundidad, permanece, incluso, en el tercer milenio que comenzamos, como una oración de gran significado, destinada a dar frutos de santidad.
Ella se sitúa en la línea espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada del frescor de sus orígenes y que se siente impulsado por el Espíritu de Dios « a seguir adelante» para "gritarle" nuevamente al mundo, que Cristo es el Señor y Salvador, que Él es «el Camino, la Verdad, y la Vida» (Juan 14, 6) que Él es el «fin de la historia de la humanidad, el punto hacia el cual convergen los deseos de la historia y de la civilización».
Juan-Pablo II
Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, n°1
(octubre 2002)
Bendiciones…
La Luz, el Amor, la Paz de Jesús y de la Bella María
están en ustedes
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