La Santísima Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la Eternidad, cual Madre de Dios, por Designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.
Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el Templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la Cruz, cooperó en forma singular, por la obediencia, la Fe, la Esperanza y su ardiente Caridad a la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por eso es Nuestra Madre en el Orden de la Gracia.
Lumen Gentium, Capítulo §61.
Concilio Vaticano II
Bendiciones…
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