Ella lo llamó, para que fuera a su lado. Y cuando llegó a su presencia, mucho le maravilló cómo sobrepasaba toda admirable perfección. Su vestido, como el sol resplandecía, así brillaba.
Y las piedras y rocas sobre las que estaba flechaban su resplandor como de jades preciosos, cual joyeles relucían. Como resplandores de arco iris reverberaba la tierra. Y los mezquites, los nopales y las demás variadas yerbitas que allí se dan, se veían como plumajes de quetzal, como turquesas aparecía su follaje, y su tronco, sus espinas, sus espinitas, relucían como el oro.
Delante de Ella se inclinó, escuchó su reverenciado aliento, su reverenciada palabra, en extremo afable, muy noble, como que lo atraía, le mostraba amor. Le dijo ella: Escucha, hijo mío, el más pequeño, Juanito, ¿a dónde vas? Y él le respondió: Señora mía, noble señora, mi muchachita, me acercaré allá, a tu reverenciada casa de México Tlatelolco, voy a seguir las cosas divinas, las que nos entregan, nos enseñan los que son imagen del Señor, el Señor Nuestro, nuestros sacerdotes.
*Fragmentos del Nican mopohua, relato en lengua náhuatl,
traducción de Miguel León-Portilla,
título original; Tonantzin Guadalupe. México, F. C. E., México, 2001, 202 pp
Bendiciones…
La Luz, el Amor, la Paz de Jesús y de la Bella María de Guadalupe
están en cada uno
Gracias María por tu protección y cercanía.
ResponderEliminarGracias María, mamá... protectora de mis hijos.
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