En el cuarto momento, fue establecido que la Humanidad del Verbo recibiera todas las gracias posibles y que la Santidad, la ciencia, la Beatitud y la Gloria Divina afluyeran a su alma tanto como fuese posible.
A ese decreto se agrega, en segundo lugar, como consecuencia necesaria, la predestinación de la Madre del Verbo Encarnado.
Ella fue concebida en el entendimiento Divino como la primera de todas las criaturas y el río incontinente de la Divinidad y sus atributos se derramarían sobre Ella, tanto como lo requería su dignidad de Madre y como Ella fuera capaz de recibirlos.
Bienaventurada María de Agreda, La Ciudad Mística
o Vida divina de la Santísima Virgen,
(Parte 1, cap. 1)
Bendiciones...
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