Por: Thalia Ehrlich Garduño
La tesis que planteó Nestorio nos dan la ocasión de reflexionar para comprender e interpretar de una forma correcta el título Theotokos, literalmente significa: ‘la que ha engendrado a Dios’, a primera vista se ve sorprendente y suscita una pregunta: ¿Cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios?
La respuesta de la Fe de la Iglesia es clara: la Maternidad Divina de la Bella María sólo se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a la generación Divina.
El Hijo fue engendrado desde antes de los siglos por Dios Padre y es consustancial con Él. En esta generación la Bella María no intervino para nada.
Pero hace un poco más de 2000 años, el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana y así la Doncella de Nazaret lo concibió y lo dio a luz.
La Iglesia, cuando proclama a la Hermosa María ‘Madre de Dios’, afirma que Ella es la ‘Madre del Verbo Encarnado’, que es Dios.
Su Maternidad no atañe a toda la Santísima Trinidad, sino solamente al Hijo, quien es la segunda Persona, que, al encarnarse, tomó de la Virgen de Nazaret la naturaleza humana.
La maternidad es entre dos personas: una madre no es sólo del cuerpo o del alma que Dios creó en el momento de la concepción, sino que es madre de la persona que tiene un cuerpo y un alma.
Es por eso, que la Bella María al engendrar según la naturaleza humana a Jesús, quien es Dios, Ella es Madre de Dios.
La Iglesia, cuando proclama a la Hermosa María ‘Madre de Dios’, profesa con una única expresión su Fe en el Hijo y en la Madre.
Esta unión apareció en el Concilio de Éfeso, este Concilio puso en relieve su Fe en la Divinidad de Cristo con su definición de la Maternidad Divina de la Bella María.
A pesar de de las objeciones de ayer y de hoy, sobre la oportunidad de reconocer a la Joven de Nazaret ese título, los cristianos de todas las épocas, interpretando en una forma correcta el significado de esa Maternidad, la convierten en una expresión privilegiada de su Fe en la Divinidad de Jesús y de su Amor a la Hermosa María.
En la Theotokos, la Iglesia por una parte encuentra la garantía de la verdad de la Encarnación, porque, como san Agustín afirma: “Si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la Carne (…) y serían ficticias las cicatrices de la Resurrección” (Tratado del Evangelio de Juan 8,6-7).
Y, por otra contempla asombrada y celebra con Veneración la grandeza sin límites que confío a la Doncella de Nazaret Aquel que quiso ser Hijo suyo.
La expresión ‘Madre de Dios’ nos lleva al Verbo de Dios, que la Encarnación asumió la naturaleza humana para elevarla y que todos fuéramos hijos de Dios.
Este título, a la luz de la sublime dignidad que Dios le concedió a la Bella María, también proclama la nobleza de la mujer y su altísima vocación.
En efecto, Dios da un trato a la Joven de Nazaret como persona libre y responsable, y no se realiza la Encarnación de su Hijo hasta que Ella da su consentimiento.
Bendiciones...
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