Desde el primer instante de mi vida,
me tomaste en tus brazos.
Desde ese día, Madre querida,
me proteges de este mundo.
Para preservar mi inocencia,
me pusiste en un nido suave
y guardaste mi infancia
a la sombra de un claustro bendito.
Más tarde, en mi juventud,
Yo escuché el llamado de Jesús.
En tu inefable ternura
Tú me mostraste el Carmelo.
« Ven, hija, sé generosa,
me dijiste con dulzura.
« Cerca de mí, serás feliz.
Ven a inmolarte por tu Salvador»
Santa Teresa de Lisieux del Niño Jesús y de la Santa Faz
Poesías CERF-DD
Bendiciones…
La Luz, el Amor, la Paz de Jesús y de la Bella María
están en ustedes
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