Un Príncipe de los Ángeles es enviado desde los Cielos para decir a la Madre de Dios: "Alégrate." Cuando Te contempla, oh, Señor, asumiendo un cuerpo, exulta y queda asombrado, y con voz inmaterial la aclama:
¡Salve, Luz de alegría!
¡Salve, extinción de la maldición!
¡Salve, resurrección de Adán caído!
¡Salve, redención de las lágrimas de Eva!
¡Salve, altura inaccesible a la razón humana!
¡Salve, profundidad insondable aún a los ojos de los Ángeles!
¡Salve, Trono del Rey!
¡Salve, Portadora de Quién lo lleva todo!
¡Salve, Estrella que anuncia al Sol!
¡Salve, Seno de la Divina Encarnación!
¡Salve, Renovadora de la Creación!
¡Salve, Madre del Creador!
¡Salve, Esposa siempre Virgen!
Considerando su castidad, la Santísima dice con franqueza a Gabriel: "La paradoja de tu palabra parece incomprensible a mi alma. Me predicas una Maternidad sin que conozca varón y exclamas: ¡Aleluya!
Himno Acatista a la Madre de Dios,
atribuido a Romanos le Mélode (+ 560)
Bendiciones…
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