Por Thalia Ehrlich Garduño
El anuncio del nacimiento prodigioso del Emmanuel, la Mujer que concibe y da a luz indica que hay una intención de la Madre en el destino de su Hijo, un príncipe que está destinado a establecer el Reino mesiánico y permite sospechar la voluntad de Dios, donde se destaca el papel de la Mujer.
El signo no se refiere solo al Niño, también habla de la Concepción extraordinaria que se revela después del parto, un acontecimiento lleno de Esperanza donde se subraya el papel de la Mujer.
El oráculo del Emmanuel abre la promesa hecha a David, la que podemos leer en el segundo libro de Samuel. El profeta Natán le dice al rey, el favor divino para su descendiente: “Él me construirá una casa y yo afirmaré su poder para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo”
(2 Sam.7, 13-14).
Ante el linaje de David, Dios quiere tener una función paterna y se manifiesta plena y auténticamente en el Nuevo Testamento con la Encarnación del Hijo de Dios, descendiente del rey David.
El profeta Isaías, en un texto bíblico muy conocido reafirma lo excepcional del nacimiento del Mesías: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro y es su nombre: Maravilla de consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de paz”.
Los nombres que Isaías le da al Niño, expresan las cualidades de su Misión real: Sabiduría, Benevolencia paterna y Acción de paz.
Aquí no es nombrada la Madre, pero se exalta al Hijo, que da al pueblo todo lo que se puede esperar en el Reino Mesiánico, lo comparte también que lo concibe y da a luz.
El profeta Miqueas también se refiere al nacimiento del Mesías: “Pero tú Belén de Efrata, aunque eres la más pequeña de entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel; cuyo origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas. Por eso si Yahvéh los abandona es sólo por un tiempo hasta que aquella que debe dar a luz tenga a su hijo…” (Mi. 5,1-2).
El favor que Dios concedió a los humildes y a los pobres preparó de una forma general la Maternidad Virginal de la Bella María. Ellos al poner su confianza en el Señor, anticipan el significado profundo de la Virginidad de la Madre de Dios, que no esperó solamente una fecundidad física, sino que se dejó llevar por Dios para que fuera fecundada por su Gracia en cada momento de su vida.
Así pues, el Antiguo Testamento no contiene un anuncio formal de la Maternidad Virginal, que se revela totalmente en el Nuevo Testamento. Sin embargo, el oráculo de Isaías (Is. 7,14) prepara la revelación de este Misterio, y, en este sentido se precisó en la traducción griega del Antiguo Testamento.
El Evangelio de Mateo, citando el oráculo traducido de esta manera, proclama su perfecto cumplimiento mediante la Concepción de Jesús en el seno de la Hermosa María.
Bendiciones...
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.