Verdaderamente, Madre Bienaventurada, una lanza traspasó tu alma.
Y además, al traspasarla penetró en la Carne de tu Hijo.
De hecho, cuando Jesús, tu Jesús, murió, le perteneció a todos pero especialmente a ti, no fue a su alma que alcanzó la lanza que le abrió el costado, sino a la tuya. Su alma ya no estaba en su cuerpo, sino la tuya, de manera que con razón te proclamamos más que mártir, pues en ti el sufrimiento corporal fue supeditado por el dolor de tu compasión.
|
San Bernardo (1091-1153),
Sermón de las doce estrellas, §14,
Escritos sobre la Virgen María,
Mediaspaul, Paris 1995, p. 35-36
Bendiciones…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario. Dios te bendice, ten un bonito día