En el Calvario, María está de pie frente a la Cruz con las otras mujeres y junto al Apóstol Juan. La Madre y el Discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último suspiro, con el cual comienza a extenderse el Espíritu; ellos recogen el grito silencioso de su Sangre, vertida enteramente por nosotros. (Jn. 19, 25-34).
María sabía de dónde venía esa Sangre: se había formado en Ella gracias a la intervención del Espíritu Santo, Ella sabía que esta misma "potencia" creadora resucitaría a Jesús, como Él lo había prometido. Así, la Fe de María sostiene a la de los Discípulos hasta su encuentro con el Señor Resucitado, y continúa acompañándolos hasta después de su Ascensión al Cielo, a la espera del "Bautizo en el Espíritu Santo"(Ac 1, 5).
Benoit XVI
Veillée mariale samedi 30 mai 2009
Bendiciones…
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