Padre Dios, creemos que eres Creador de todas las cosas
y que te nos haz hecho cercano en el rostro de tu Hijo,
concebido de María Virgen por obra del Espíritu Santo,
para ser nuestra condición y garantía de Vida Eterna.
Creemos, Padre providente,
que por la fuerza de tu Espíritu El pan y el vino
se transforman en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
flor de harina que aligera el hambre del camino.
Creemos, Señor Jesús, que tu Encarnación
se prolonga en la simiente de tu cuerpo Eucaristía,
para dar de comer a los hambrientos de Luz y de Verdad,
de Amor y de Perdón, de Gracia y Salvación.
Creemos que en la Eucaristía te prolongas en la historia,
para alimentar la debilidad del peregrino,
y el sueño del que anhela dar fruto en su trabajo.
Sabemos que en Belén, la “casa del Pan”,
el Padre Eterno preparó en el vientre de María Virgen,
el Pan que ofrece a los hambrientos de infinito.
Creemos, Jesús Eucaristía, que estás Real y Verdaderamente
presente en el Pan y el Vino consagrados,
prolongando tu presencia salvadora
y ofreciendo a tus ovejas pastos abundantes y aguas claras.
Creemos que los ojos se engañan al ver Pan
y nuestra lengua se equivoca al probar Vino,
porque estás tú todo entero,
ofrecido en sacrificio y dando vida al mundo,
de paraíso siempre hambriento.
Aquella noche del Cenáculo,
al tomar, Señor, el pan y el vino entre tus manos,
estabas ofreciéndolos a todos,
por los años y siglos infinitos.
Contigo, Cordero de la Alianza,
se elevan en cada altar donde te ofreces al Padre,
los frutos de la tierra y del trabajo del hombre,
la vida del creyente, la duda del que busca,
la sonrisa de los niños, los proyectos de los jóvenes,
el dolor de los que sufren
y la ofrenda del que da y se da a sus hermanos.
Creemos, Señor Jesús, que tu Bondad ha preparado
una mesa para el grande y el pequeño,
y que en tu mesa hermanos nos hacemos
hasta dar la vida unos por otros,
como Tú lo hiciste por nosotros.
Creemos, Jesús, que sobre el altar de tu sacrificio,
recuperamos la fuerza de una débil carne,
que no responde siempre a los anhelos del espíritu,
pero que tú transformarás a imagen de tu Cuerpo.
Creemos que en la mesa preparada para todos,
siempre habrá un lugar para el que busca,
un espacio para el marginado de la vida, superando los signos de la muerte,
inaugurando cielos nuevos y una tierra nueva.
Creemos, Jesús, que no has dejado a tus hermanos solos,
permaneces discreto en el Sagrario de la conciencia
y en el pan y el vino de tu mesa,
como luz y fuerza del débil peregrino.
Creemos, en fin, que en los inicios del Tercer Milenio
te haces compañero en el camino.
“Remar mar adentro” es la consigna,
en este momento de tu Iglesia,
para construir, llenos de Esperanza,
una nueva etapa de la historia.
Gracias, Jesús Eucaristía, por impulsarnos
a una nueva Evangelización por ti fortalecida.
Que tu Madre acompañe a los que aceptan
vivir y anunciar tu Palabra,
y que su intercesión haga fecunda tu semilla.
Amén.
Bendiciones…
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