El Niño Jesús acababa de nacer y dos leprosos, amigos de los pastores, llegaron a venerarlo. El primero le dijo: "Hijo del Altísimo, Tú que acabas de nacer, cúrame de la lepra". En ese mismo instante fue curado. El segundo leproso, se acercó al Niño y ante el estupor de La Bella María, de José y de los pastores, se contentó con decirle: "Jesús, yo quisiera simplemente, posar mi mano sobre la tuya". María lo invitó a acercarse. Todo trémulo, el leproso posó su mano sobre la del Niño Jesús y se marchó siempre con su lepra.
El leproso que había sido curado pronto se olvidó de la lepra y se convirtió en un hombre de corazón duro. La desgracia de los otros le dejaba indiferente.
El segundo leproso continuó su vida de miseria hasta el día en que un niño en lágrimas que pasaba a orillas del camino, vino a refugiarse en sus brazos. Muy conmovido el leproso puso su mano sobre la del niño y éste fue colmado de tal alegría que salió corriendo a contárselo a sus padres y amigos.
Desde ese mismo día, todo el que colocara sus manos entre las del leproso salía con el corazón lleno de una alegría incomparable.
Cuando Jesús y la Bella María están contigo,
Tienes Gozo para ti y para todos los demás.
Bendiciones...
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