Al salir de Bulgaria, en 1934, Monseñor Roncalli, futuro Papa Juan XXIII, dijo:
"si un eslavo, católico o no, toca un día a mi puerta, le será abierta y será acogido como un amigo.
" Al aeropuerto de Fiumicino llega un día un eslavo que pide ver al Papa Juan XXIII.
Su respuesta fue inmediata: "¡Que venga!"
El encuentro fue fijado para el 7 de marzo.
Después de la audiencia general, el Papa convocó al Sr. Adjoubei y a su mujer, Rada, hija de Khrouchtchev. Los recibió en su biblioteca.
Luego de conversar, entre otras cosas, sobre los Santos de Rusia y de su maravillosa liturgia, Juan XXIII tomó un Rosario y se lo entregó a Rada.
" Señora, mis allegados me dicen que a una princesa no católica debía ofrecerle algunas monedas o sellos; pero yo le doy un Rosario ya que nosotros, los sacerdotes, además del rezo bíblico de los salmos, tenemos esta forma popular de oración.
Para mí, el Papa, los quince Misterios son quince ventanas, a través de las cuales contemplo a la luz del Señor los acontecimientos del mundo.
Rezo uno en la mañana, otro a principios de la tarde, otro en la noche.
Impresiono a la gente cuando digo que, en el tercer Misterio gozoso - el del Nacimiento de Jesús - ruego por todos los que nacen durante el día, y que, católicos o no, reciben al llegar a este mundo las bendiciones del Papa.
Cuando rece el tercer Misterio, me acordaré también de sus niños, señora."
La señora Adjoubei, con el Rosario en las manos, respondió: "Gracias, Santo Padre:
" ¡Le estoy muy agradecida! Se lo diré a mis hijos." El Papa la observó sonriente: "Conozco el nombre de sus hijos..." el tercero se llama Yan, Juan como yo... Cuando vuelva a casa, me le da un abrazo a Yan"
El Rosario para la Iglesia
n° 14 - 1973
Bendiciones...
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