Así, en mayo de 1946, con la Encíclica De la Madre de Dios, la Virgen María, el Papa Pío XII promovió una amplia consulta interpelando a los obispos y, a través de ellos a los sacerdotes y a toda la Iglesia, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la Asunción corporal de la Bella María como Dogma de Fe.
El recuento fue ampliamente positivo: sólo 6 respuestas entre 1181, manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.
Citando este dato, Munificentissimus Deus afirma: “El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la Asunción corporal de la Virgen María al Cielo (…) es una verdad revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia” (AAS 42 (1950, 757).
La definición del Dogma, de acuerdo con la Fe universal de la Iglesia, excluye definitivamente toda duda y exige la adhesión expresa de todos los cristianos.
Después de haber subrayado la Fe actual de la Iglesia en la Asunción, la bula recuerda la base escriturística de esta verdad.
El Nuevo Testamento, sin afirmar claramente la Asunción de la Madre de Dios, ofrece su fundamento, porque pone de relieve la unión perfecta de María Santísima con el destino de Cristo. Esta unión, que se pone de manifiesto ya desde la prodigiosa Concepción de Jesús, Ella participa en la Misión de Su Hijo y, sobre todo, se asocia al Sacrificio Redentor, y Ella sigue asociada en esto con su Hijo después de la muerte.
La Bella María, unida perfectamente a la vida y la obra Salvífica de su Hijo Jesús, compartió su destino Celeste en alma y cuerpo.
La bula Munificentissimus Deus menciona la participación de la mujer en el Protoevangelio en la lucha contra la serpiente y reconociendo en la Bella María a la nueva Eva, y presenta la Asunción como consecuencia de la unión de la Madre de Dios a la Misión Redentora de su Hijo Jesús.
Al respecto afirma: “Por eso, de la misma manera que la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de la victoria, así la lucha de la Bienaventurada Virgen, común con su Hijo, con la Glorificación de su cuerpo Virginal.” (AAS 42 (1950), 768).
La Asunción es por consiguiente, la meta de la lucha que comprometió el Amor generoso de la Bella María en la redención de la humanidad y es fruto de la participación única en la victoria de la cruz.
Bendiciones...
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