No puede uno cansarse de admirar, Trinidad Santa, la resplandeciente Manifestación de Vuestra infinita Grandeza, Sabiduría y Amor. Nuestra pobre inteligencia humana, nunca hubiera podido soñar tal Redención, nuestros corazones jamás se hubieran atrevido a creer en un Amor semejante. En el asombro y el arrebato de Vuestra Luz, no me canso de admirar vuestra obra inefable. ¡Oh, mis Tres Bien amados!
Para cantar "gracias", me uno a todos los Ángeles y a todos los santos, y ante todo a mi Dulce y querida Madre, pues ellos ven y comprenden lo que nosotros apenas balbuceamos. Y a ti, Jesús, toda mi “gratitud”, todo mi reconocimiento y mi amor, por Vuestra Divina Eucaristía, centro de toda economía sobrenatural, hacia la cual todo converge y de donde se extiende en sobreabundancia la Vida; una Vida renovada sin cesar.
¡Gracias a ti Virgen María, cuyo Fiat indispensable nos hizo merecedores de tan sublime realidad!
Marta Robin
Diario Intimo, 21 de julio de 1932
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