La vida silenciosa se ha cumplido
y es hora de lo eterno;
descanse ya la Santa, toda pura,
y deje nuestra luz tras breve sueño.
Se acerca el Redentor, el Hijo suyo,
primeros de los muertos,
y sella con la paz aquellos ojos,
abiertos para ver todo el Misterio.
Bajó a la oscura tierra como el Hijo,
cruzó el común sendero;
más vino Cristo y fue la Parusía:
María en cuerpo y alma está en el Cielo.
Primicia de la Iglesia, flor temprana,
María alcanza el Reino;
el tiempo vence al tiempo y se adelanta,
la Madre goza ya del bien que espero.
Y surge al tacto, al beso del Amado
la llama de su cuerpo;
la carne sin mancilla es consumada
por otra carne, fruto de su Seno.
¡Oh Cristo, mi Señor, que eres tú solo
la tienda del encuentro,
a ti la gratitud, porque hoy recibes
a Aquella que te tuvo junto al pecho!
Amén.
Fuente: Himnario de la Virgen María
Bendiciones…
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